OPINION: 21.12.2022
Apuntes sobre drogas, comunicación y políticas públicas
Hace tiempo se debate sobre el rol que los medios de comunicación deben jugar al momento de contribuir a la prevención del uso de drogas, lo que comúnmente encuadra bajo el parámetro de un factor de protección. Esta discusión, con el paso de los años, se ha tornado anacrónica en función del enfoque que uno escoja para analizar ese pretendido rol social que, aquellos que trabajamos en el campo de la reducción de la demanda, anhelamos impregnarle a las noticias periodísticas sobre el fenómeno de las adicciones.
Mientras escribo estas líneas vienen a mi mente las palabras de un ex jefe de redacción de un importantísimo periodico de la Argentina, para quien la única obligación ética de los medios es ganar dinero. Desde una mirada filosófica-normativa, quizás un posicionamiento personal algo naif que aún me remite a la ética profesional, el amor por la verdad, el servicio del bien común, la independencia de criterio, la libertad, la objetividad y la responsabilidad social compartida, ¿existirá margen para ahondar en esta discusión acerca de cómo deberían ser los medios de comunicación y el desempeño periodístico en relación al tema drogas? ¿Aún queda espacio para la capacitación y la pedagogía formativa, para las recomendaciones de estilo sobre cómo comunicar mejor sobre esta problemática, para fomentar la construcción de una cultura preventiva desde la prensa y con los profesionales del rubro?
No es que se pretenda depositar una expectativa adicional sobre el ejercicio del periodismo. Pero la idea de servicio hacia los demás, como centro de una vocación pública, debería ser una premisa a respetar por encima de cualquier otra exigencia. Sin embargo, no sin cierta desilusión, y fruto de la experiencia acumulada en el campo de la comunicación sobre drogas en estos veinte años, me permito responderme que ya es tiempo de accionar sobre la macro-teoría de cómo son en realidad los medios de comunicación en la actualidad, destejer la enorme complejidad operativa de su funcionamiento, poner a la luz los atravesamientos políticos-ideológicos-económicos del modelo mediático existente y explicar, desde otra perspectiva menos utópica y más cruda, por que qué son tan importantes los medios no sólo en materia de prevención, sino desde la comprensión misma del fenómeno, su problematización y su visibilización pública.
A saber: De forma subjetiva y subliminal, los medios masivos de comunicación juegan un papel trascendental en la conformación de imaginarios sociales, definen la agenda-setting e inciden en la problematización/políticas públicas. Ni más ni menos.
¿Qué entendemos por imaginarios? Son un conjunto de representaciones globales y totalizadoras de una sociedad, donde los valores, las creencias, las ideas, los símbolos y las apreciaciones se integran, cual mojones de comportamiento más allá de las leyes escritas, para definir lo tolerado, lo admitido y lo reprochado en un unas coordenadas espacio-temporales específicas. En este universo mediado, la realidad no es más que un conjunto de creencias socialmente compartidas, como guiones de conocimiento, como patrones interpretativos. Y por ser los principales instrumentadores del acceso público a lo que se considera realidad, son los medios de comunicación los que desempeñan un rol preponderante en la construcción de estos imaginarios sociales.
Aristóteles diferenciaba entre el saber de lo fáctico y lo factible, en tanto conocimiento de lo dado por la naturaleza y conocimiento del hacer por la persona humana. Si lo natural no puede ser de otra manera que como es, las construcciones humanas, en cambio, sí podrían haber sido de otra manera. Pero al haberse elegida una manera, se han desechado otras tantas posibilidades.
Vale el ejemplo. Poco importa entonces si la efectividad del cannabis en términos terapéuticos (beneficios/perjuicios) aún no está debidamente comprobada desde la ciencia, o si a nivel mundial las convenciones mantienen a esta droga dentro de las sustancias sujetas a fiscalización y control debido a su capacidad adictiva. En estos casos ya no importa lo que algo es, sino lo que la mayoría de la gente cree que algo es. Usando lo medicinal como Caballo de Troya para modelar la tolerancia social, en los últimos años el consumo de marihuana ha venido en aumento en todo el mundo. Según el último Reporte Mundial sobre Drogas de la ONU, en el 2020 más del 4% de la población global entre 15–64 (209 millones) han usado cannabis el último año, lo que representa un incremento del 8% en la prevalencia de consumo versus la medición del 2010.
Estamos ante una práctica que hace décadas no era considerada “normal” (resalto el uso de comillas) y hoy es un comportamiento de cierto modo “esperable” a través del filtro de los imaginarios, y que no es pasible de reproche porque se ha naturalizado y extendido.
Otro fenómeno de modelaje en el que incurren los medios masivos de comunicación es el decirnos no sólo sobre qué tenemos que pensar, sino cómo pensar e incluso hasta cómo actuar. Tal es así que la gente sin análisis crítico del discurso periodístico (quizás la mayoría) tiende a incluir/excluir de sus propios conocimientos lo que los medios masivos incluyen/ excluyen de su propio contenido. Por continuar con el mismo ejemplo del párrafo anterior, si cada vez son menos las noticias que hablan de los perjuicios para la salud del uso de cannabis y más las que se publican exaltando los beneficios cuasi panaceicos de esta droga, o incluso las potencialidades de desarrollo económico-productivo de su industria y comercialización, tanto por cantidad como por contenido informativo la determinación de la agenda es evidente.
Por último, existen dos requisitos casi esenciales para que un Estado manifieste una determinada modalidad de intervención en relación a una cuestión que concite la atención, el interés o la movilización de otros actores de la sociedad civil: la visibilización del fenómeno y su problematización. En ambas, los medios de comunicación son actores más que necesarios. Me centraré en la segunda condición, siempre desde un enfoque de políticas públicas sobre drogas.
Un problema es una construcción subjetiva de un observador. Actores distintos entienden y reflejan un fenómeno desde sus intereses y sistema de valores. Pero la realidad es que no todos tienen el mismo acceso a los medios de comunicación para poder darle visibilidad, o bien el tema en cuestión no tenga el valor-noticia necesario para trascender, o bien la línea editorial del medio filtre los contenidos que se oponen a sus intereses ideológicos-políticos-económicos. Todo esto puede suceder en este universo subjetivo en el que el problema del uso, abuso y dependencia a las drogas, paulatinamente, dejó de ser un problema, en una extraña sinergia retroalimentativa que nace en el precoz modelaje de imaginarios, en la definición de la agenda setting, en la invisibilización de la temática “drogas” en los grandes medios de comunicación y en un «Laissez faire et laissez passer» por parte del Estado.
¿Cómo llegamos a este escenario? Me permitiré una hipótesis como cierre (o como nuevo principio). Si el dominio privilegiado de la ideología, el lugar donde ejerce directamente su función, es en el discurso; si el discurso mediático sobre drogas no obedece al azar sino a la intención ideológica del emisor; si los medios masivos de comunicación seleccionan fragmentos de un todo, descontextualizan, contextualizan y los integran en un discurso que, en el caso de la marihuana en especial, conlleva una determinada visión… no es difícil entender qué grupos económicos mueven los hilos invisibles en esta “guerra” que ya no es bélica, sino cultural y comunicacional.
Quien monopoliza el discurso público lo controla todo. Hace años que lo entendieron, y actúan en consecuencia. Jaque mate.
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