OPINION: 19.02.2021
En el ámbito de las drogodependencias es un reto acuciante implementar programas de prevención que sean preventivos. El presente texto esboza sucintamente los aspectos centrales que dificultan la calidad preventiva. Presentamos los aspectos básicos de la evidencia científica sobre la efectividad preventiva, es decir, ¿Qué funciona en prevención?
En España, a lo largo de los años ochenta, los estragos de la crisis de la heroína provocaron que la prevención de las drogodependencias se conceptualizase como una necesidad de primer orden. Debíamos actuar antes que fuese demasiado tarde, es decir, cuando la dependencia ya era una realidad. ¿Cómo prevenir a la sociedad en general, y a los jóvenes en particular, de un nuevo fenómeno social incierto y cambiante? En un primer momento se optó por campañas mediáticas o actos de sensibilización (conciertos y partidos «contra la Droga»). La finalidad era mostrar un rechazo contundente y visceral a todo lo que remitiese a droga. La realidad era demasiado dura como para andarse con medías tintas. Más allá de las acciones generalistas, la realidad indicaba que la juventud era el colectivo más afectado, por tanto, debíamos realizar acciones concretas dirigida a ella antes de que tuviese cualquier contacto con las drogas. La prevención en el contexto escolar se vislumbró como potencialmente efectiva. Debíamos ir alas escuelas a explicar con detalles qué eran las drogas y, sobre todo, qué consecuencias negativas provocaban. Desde entonces los programas de prevención escolar se han extendido notablemente, aunque aún es recurrente que algunos chavales españoles terminen la educación secundaria obligatoria sin recibir ningún tipo de información sobre drogas. A lo largo de los noventa, y muy especialmente durante la primera década del siglo, los programas de prevención en distintos ámbitos (comunitaria, familiar, ocio nocturno, educación no reglada, etc.) se han multiplicado. Esta multiplicación, y en consecuencia, disparidad de programa es producto de que la prevención de drogodependencias es una competencia transferida y descentraliza. En la actualidad la pueden ejecutar entidades del tercer sector (de primer, segundo y tercer nivel) entes locales, consejos comarcales, diputaciones provinciales, gobiernos autonómicos e incluso el gobierno central.
Según la Memoria 2018 de la DGPNSD (2020: 77 y siguientes), en España se ejecutaron 170 programas de prevención escolar, 103 de prevención familiar, 3 programas en universidades y multitud de acciones en el ámbito del ocio alternativo, del ocio nocturno, así como, acciones dirigidas a población vulnerable y programas de sensibilización. Casi trescientos programas estructurados de prevención, e infinidad de acciones estructuradas o puntuales. No es exagerado estimar en 400 los programas de prevención, en todas sus vertientes, que en estos momentos se aplican en nuestro país. Además, no hace falta ni citar las acciones puntuales que se conceptualizan como «preventivas». Una disparidad de programas, enfoques, objetivos, colectivos diana, fundamentos teóricos, pero la inmensa mayoría con un denominador común: la omisión sistemática de los procesos de evaluación. Sin un sistema de evaluación de efectividad (o si prefieren de impacto) nos resulta imposible saber si los programas de prevención son efectivamente preventivos, es decir, responder a la pregunta ¿hacemos prevención preventiva? Es un brete que sin unos datos producto de la evaluación difícilmente podemos responder con solvencia empírica. En otras palabras ¿las acciones preventivas que implementamos provocan los efectos deseados sobre la población destinataria que hacen reducir las necesidades que justifican la acción preventiva? Todo responsable de un programa debería contestar de manera rotunda «sí».
Conscientes del desconocimiento sobre la capacidad preventiva de infinidad de programas diferentes instituciones han trabajado incesantemente en los últimos años para mejorar la calidad preventiva de los programas de prevención. En el contexto europeo el Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías (OEDT) hace años que trabaja para garantizar la calidad preventiva en los programas de prevención. Diferentes publicaciones del OEDT (2021, 2019a, 2019b, 2018, 2012, 2011, 2010) y de su portal Best Practices dan cuenta del trabajo realizado en el ámbito de la calidad de prevención. También la Estrategia Nacional de Adicciones 2017- 2024 del Plan Nacional Sobre Drogas hace una apuesta decidida hacia la calidad de prevención en adicciones, un ejemplo, es el portal de Buenas Prácticas en adicciones, de consulta obligada para implementar programas preventivo con calidad y que sean efectivamente preventivos. Después de años trabajo disponemos de suficiente evidencia científica para saber con bastantes garantías qué funciona en prevención y que no. Pueden consultar el cuadro resumen de la página 13 de este documento elaborado en el contexto del programa «Espacios de mejora de los planes locales de prevención de adicciones» realizado por Episteme por encargo de la Diputación de Barcelona. Además, el documento contiene las referencias de la evidencia científica sobre los aspectos que presentaremos a continuación.
Responder a la pregunta ¿qué funciona en prevención? Requiere de una explicación compleja. En este texto de divulgación solo quiero apuntar los aspectos más básicos.
- La evidencia acredita que como más tiempo de intervención invertimos en los colectivos destinatarios de la acción preventiva más buenos resultados y más efectos preventivos conseguimos. Por ejemplo, los talleres de prevención en el contexto escolar de una hora una vez al año han demostrado que son inefectivos, más allá de los contenidos. Los programas de prevención escolar, con buenos contenidos, que duran ocho, diez o hasta quince sesiones son efectivos. Por tanto, debemos abandonar la idea que hacer un taller de una hora al año tiene algún efecto. Los recursos destinados a estas acciones tan comunes en nuestro país deben invertirse en otras preventivas, por ejemplo, reducir la cobertura para aumentar el número de sesiones. Menos jóvenes recibirían «la charla anual», pero quienes la recibiesen les provocaría efectos preventivos.
- En nuestro país tenemos la tradición de ejecutar programas por ámbitos: escolar, familiar, comunitario, etc. La evidencia científica acredita que los programas con más de un componente son más efectivos que por separado. Por ejemplo, un programa escolar será más efectivo si involucramos a las familias en las actividades y aún más si también participa la comunidad. Un ejemplo concreto, los programas de dispensación responsable de alcohol se han mostrado inefectivos. El programa sueco STAD incorpora tres componentes: el enforcement (aplicación de la ley) el trabajo comunitario y la formación en dispensación responsable de alcohol. Los resultados muestran que la combinación de estos tres componentes es efectiva para reducir las peleas, las agresiones sexuales, los accidentes de tránsito y las urgencias hospitalarias relacionadas con el alcohol y otras drogas.
- Trabajo comunitario. Los programas comunitarios son los más efectivos. El STAD acredita de los tres componentes el más efectivo es el comunitario. Los programas ajustados a las necesidades de la comunidad y en que esta es parte activa en el diseño, implementación y evaluación son mucho más efectivos que los programas de otros ámbitos. El motivo principal es que intervienen sobre realidades que la comunidad está movilizada para cambiarlas.
- Discursos inverosímiles. Los discursos inverosímiles y alarmantes no provocan efectos preventivos. Cada vez es menos recurrente el empleo de este tipo de discursos, pero abandonarlos del todo sería un paso importante para mejorar la calidad preventiva
Cuatro puntos como punto de partida para seguir la senda de la calidad preventiva. Nos queda un largo viaje.
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