OPINION: 06.01.2022
GERENTE DE LA FUNDACIÓN GALEGA CONTRA O NARCOTRÁFICO
GALICIA, El fallecimiento de Manuel Charlín tras una vida al margen de la ley nos deja algunas reflexiones que conviene realizar. Nunca es buena noticia la muerte de nadie, pero se hace necesario hablar de su figura, de lo que fue y de lo que nos deja.
Estamos ante uno de los principales capos de la droga en Galicia, lo cual es mucho decir. Responsable, junto a otros, de abrir las puertas de nuestras rías gallegas a una auténtica avalancha de drogas, crimen y miseria que todavía hoy seguimos sufriendo. Un daño incalculable para la vida de muchos y la seguridad de todos; sin olvidar el grave deterioro que el narcotráfico supone para la imagen de nuestra comunidad y que debemos a estos siniestros personajes.
Odiado y temido a la vez, comparte también con los viejos capos su modus vivendi: media vida delinquiendo y la otra media transitando entre juzgados y prisiones, envuelto en ajustes de cuentas, palizas, incendios, secuestros, desapariciones… Un concepto siciliano del narcotráfico y la vida que ha simbolizado como nadie. Llegados a este punto, sería bueno que sus herederos más jóvenes se planteen si realmente merece la pena vivir así.
El legado que deja es un clan realmente peligroso, producto de esa cultura del delito que ha pasado de padres a hijos y nietos, además de importantes cuentas pendientes con la Justicia. Charlín ya no está, pero nos ha dejado a los Charlines.
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