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Reto para padres: Que tu hijo no se inicie en el alcohol este verano

NOTICIAS: 03.08.2022

Las vacaciones, en especial las fiestas populares, son un momento crítico de cara al debut del menor en el consumo

 

Carlota Fominaya

MADRID. El pueblo, las primeras salidas nocturnas con la pandilla y… muchas veces, el primer chupito, la primera copa, el mini… Las vacaciones pero, sobre todo, las fiestas populares de estos meses de agosto/septiembre, representan un momento crítico de cara al inicio en el consumo del alcohol por parte de nuestros menores, que según la XIV Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES 2021) se fija en los 14 años.

Suele ocurrir de un verano para otro. «En los pueblos de veraneo los grupos no son homogéneos, porque no se juntan por edad. Hay niños de 15, otros de 17, y no pasa nada. El rango de edad no se mantiene pero que en este caso facilita que haya uno mayor al que le sirvan en el bar», señala Raúl Izquierdo, psicólogo y director técnico de Asociación Dual, la organización que ha lanzado la campaña ‘Este verano te la vas a jugar’ con la que se pretende alertar del alto riesgo de consumo de alcohol durante las vacaciones por parte de adolescentes y jóvenes.

De esta forma, prosigue Izquierdo, «el chaval que hasta ese momento estaba regateando al fútbol, o metiendo canastas en el baloncesto, cambia esto por un nuevo «juego» también de naturaleza competitiva que es beber. A ver quien aguanta más, quién bebe más deprisa, más cantidad… El alcohol se introduce como una nueva propuesta de ocio en el grupo en una edad en la que probablemente uno está para otras cosas». A esa edad el menor, corrobora Celia Prat, jefa de Formación de Fundación Fad Juventud, se encuentra en una encrucijada difícil. «Ellos lo viven como: o te marginas, o te integras en el grupo». La realidad es que los menores, advierte esta experta, «viven bajo una presión enorme».

Hecho cultural

En nuestro país, señala el director técnico de Dual, forma parte de nuestros usos y costumbres. «Sabemos que es una parte muy importante de nuestro tejido empresarial y que beber está profundamente arraigado a nuestra cultura. ¿Que hay un desengaño sentimental? Pues alcohol. ¿Un título deportivo que celebrar? Alcohol también. En este sentido, el verano es una dificultad añadida, y en particular este post pandemia, más si cabe. Llegamos todos muy cansados porque el curso escolar ha sido muy duro y parece que hay que salir al celebrar la retirada de restricciones. Vuelven las fiestas a toda España, las orquestas, parece que no hay virus que valga y como el otoño se dibuja desolador, pues «carpe diem»».

A este contexto veraniego se añaden varios aspectos que lo complican todo. Por un lado, el hecho de que «en las fiestas de los pueblos los progenitores suelen aliviar las medidas de control sobre sus hijos porque suelen identificar sus lugares de referencia de veraneo como espacios familiares y seguros. Pero nosotros insistimos: no podemos tomarnos vacaciones sobre el control y supervisión de nuestros hijos, nunca», remarca Izquierdo.

Así, prosigue, «no debemos ceder ante el hecho de que alguien cercano nos diga que no nos preocupemos porque ya lo cuida otro niño más mayor. Esto es importante porque no podemos delegar la custodia de nuestro hijo en otro menor, que es algo que hacemos en los pueblos, aunque sea de forma temporal».

El otro sesgo psicológico, añade este psicólogo, «es pensar que el hecho de iniciarse en el alcohol es algo que antes o después tiene que suceder, que es algo inevitable, natural… En definitiva, un paso más hacia la vida adulta. Eso es proyectar nuestra propia biografía. Pensar que nosotros en su día lo hicimos y que «no nos ha ido tan mal»». Así, muchas familias, advierte Raúl Izquierdo, de Asociación Dual, «se hacen trampas al solitario. Su reflexión es la siguiente: «Si yo bebí, ¿cómo se lo voy a prohibir a mi hijo? Pues porque lo tienes que intentar. Está bien que los hijos vayan asumiendo sus propios errores pero otra cosa es que nosotros les vayamos a permitir que se choquen y luego descarrilen», indica.

Ejemplo en casa

Lo ideal, recuerda Celia Prat, jefa de Formación de Fundación Fad Juventud, «es saber actuar antes de que esto se produzca. Los padres son modelos de actuación claros, que deben cuidar su propio comportamiento. Las familias se pueden preguntar: ¿qué tipo de ocio seguimos? ¿es saludable, o vemos la tele y poco más? Encontrar una actividad para compartir diferente al consumo es muy positivo».

Lo que no se puede hacer, señala Izquierdo, «es sentar al chaval delante tuyo y soltarle una chapa el 14 de agosto por la tarde, un día antes de que empiecen las fiestas, después de no haber hablado nada en todo el año. Será más probable que los menores escuchen a sus progenitores si han tenido cierta complicidad antes». Sin embargo, sugiere este psicólogo, a corto plazo lo que sí pueden hacer las familias es ponerse de acuerdo con otros padres. «No es lo mismo que nuestro hijo piense que somos los padres más plastas de todo el grupo a que estemos coordinados con otros y que haya un mismo mensaje». También es importante el control, «que hay que hacer aunque no sea popular. ¿Cómo? Citando a los niños cada cierto tiempo en algún punto del pueblo, e ir dando dinero poco a poco, no todo de golpe».

Retrasar el día

Se trata, en todo caso, de posponer el momento de inicio, recuerda Izquierdo, «porque cuando un menor debuta en el consumo del alcohol, puede estar configurando su ocio desde ese momento en adelante. Es decir, no sólo estaríamos ante un inicio, sino también una consolidación del hábito. Si conseguimos retrasar la edad de inicio, la relación del joven con el alcohol tendrá una naturaleza más degustativa, más tangencial, y no será un fin en sí mismo». «No solo eso -remarca la experta de la Fad-. Recordemos que es un cerebro que está en desarrollo y el consumo de alcohol les afecta de manera especial, pudiendo interferir en un desarrollo adecuado del aprendizaje, de la memoria, la atención… etc».

Para empezar, propone el director técnico de la Asociación Dual, «todos deberíamos comprometernos y asumir que el botellón, sea donde sea, no es bueno. Tenemos que reseñarlo no como una gesta, sino como un fenómeno repudiable, marginal, que no nos gusta. Algo a rechazar. Pero eso implica una acción colectiva, un acto de concienciación social. Se puede tomar algo, pero de otra manera y en la etapa de la vida adecuada», concluye.

 

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