NOTICIAS: 18.02.2022
Un grupo de investigadores del Reino Unido y Australia han publicado una serie de reflexiones e hipótesis alrededor de la disminución del consumo de alcohol entre los jóvenes, en la revista científica Drug Policy de Science Direct.
REINO UNIDO. En el artículo publicado como comentario, hablan de cuáles pueden ser las consecuencias en salud publica a corto, medio y largo plazo; y realizan dos hipótesis de hacia donde podrían dirigirse las políticas públicas con este nuevo paradigma. En el artículo también advierten que las opiniones están muy influenciadas por el debate en Australia y el Reino Unido, además que el análisis de datos se ha hecho principalmente con datos de países con rendas altas.
En el documento señalan que la tendencia a la baja en el consumo de alcohol entre jóvenes que se lleva produciendo desde el 2000, es probable que ya haya tenido su mayor impacto y que ahora estemos en una fase de estabilización de la bajada. También consideran que es probable que observemos algunas tendencias en los próximos años que contradigan esta afirmación, pero seguramente estarán más relacionadas con el fin de la pandemia por Covid-19, y no esperan que sean muy significativas.
Esta bajada debería verse reflejada a corto plazo en las tasas de accidentes de tráfico, la violencia, las intoxicaciones alcohólicas y la dependencia del alcohol entre los jóvenes. Pero para conocer el impacto a largo plazo es necesario saber si la disminución de alcohol entre los jóvenes se va a mantener cuando lleguen a edades más adultas y dependiendo de eso puede ser que esta tendencia tenga un impacto menor o mayor en el largo plazo de la salud. Por ello para los autores del documento es importante investigar cuáles son los motivos que han llevado a este descenso en el consumo de alcohol entre los jóvenes, para así poder predecir mejor la tendencia en el futuro.
Consideran que la tendencia a la baja es sólida porque está impulsada por cambios estructurales y culturales a gran escala y a largo plazo. Estos cambios podrían incluir una mayor inseguridad económica entre los jóvenes, la influencia de las nuevas tecnologías basadas en Internet, cambios generalizados en las relaciones entre padres e hijos, inmigración de países con culturas más abstemias al beber y nuevas prácticas de salud vinculadas a las nociones de bienestar y salud. Por ello parece ser que la posición cultural de beber ha cambiado entre los jóvenes y ya no representa un rito de iniciación universal. Sin embargo, a medida que los jóvenes llegan a la edad adulta, tales consideraciones pueden disiparse y los impulsores del consumo de alcohol en las últimas décadas permanecerán. Estos incluyen una alta disponibilidad y asequibilidad de alcohol comercial en particular, marketing generalizado, normas de género que promueven el consumo de alcohol entre mujeres y hombres, factores estresantes de la vida y los placeres gastronómicos y sociales asociados con el alcohol.
Para las investigadoras la industria es un problema recurrente. Actualmente, ya se está llevando a cabo medidas para volver a hacer crecer el mercado general del alcohol mediante el desarrollo de nuevos productos (por ejemplo, bebidas sin alcohol o con bajo contenido de alcohol que pueden atraer a los jóvenes a beber), el uso del marketing para vincular el alcohol con las prácticas de ocio en las que anteriormente no tenía ningún papel (por ejemplo, fitness y ejercicio) y el uso de estrategias sofisticadas de redes sociales que hablan de las sensibilidades de los jóvenes contemporáneos al enfatizar la autenticidad y el potencial de los productos para crear ‘experiencias’. Además, otro factor de riesgo de la industria es la presión que puedan ejercer sobre las instituciones, en un panorama donde el sector de la restauración y el ocio nocturno se sienten en un agravio por la situación por la pandemia de Covid-19 y que ha reforzado las alianzas entre estado e industria.
Ante el nuevo paradigma el futuro de las políticas públicas puede ser diverso. Las investigadoras plantean en su investigación dos hipótesis hacia las que podrían dirigirse estas políticas. Por una parte, un modelo de refuerzo, en el que las políticas de control del alcohol se intensifican siguiendo un ciclo de eficacia política aparente hasta el momento, tendencias a la baja en el consumo de alcohol y un mayor apoyo público. O un segundo modelo, de retirada, que consideran más probable, donde los controles formales e informales sobre el consumo de alcohol se erosionan con el tiempo a medida que los formuladores de políticas abordan otros desafíos porque el impacto del alcohol sobre la salud pública desciende, y los actores de la industria reafirman o fortalecen sus alianzas con los gobiernos en torno a las políticas sobre el alcohol.
Ante estos dos modelos lo que hace falta, según las conclusiones del artículo, es tener un debate sobre los objetivos últimos o las metas finales de la política sobre el alcohol desde los actores de la salud pública. Mientras con el tabaco hay un consenso que el objetivo final es un mundo libre de tabaco, con en el alcohol no está tan claro. Para ellos el camino es que se sigan implementando medidas para la reducción del consumo de alcohol y su impacto sobre la salud independientemente de las variaciones en las tendencias de consumo. A la par de investigar los motivos que han hecho posible estos descensos, porque también señalan que parece que no hay tanta evidencia de que el cambio de tendencia haya venido tanto por las políticas públicas, sino más bien por cambios culturales. Conocer bien los motivos del descenso permitirá realizar un mayor abordaje en el futuro.
Consultar el artículo completo en Science Direct
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