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«Cuando las nuevas tecnologías secuestran las habilidades saludables de los más jóvenes, hay un problema»

ENTREVISTA: 08.10.2022

Ignacio Civeira, psiquiatra infantojuvenil del Hospital Gregorio Marañó

Trata las adicciones de los más jóvenes, entre ellas, a los videojuegos. En España, el 58,7% de los adolescentes juega habitualmente y el 3,1% muestra síntomas de dependencia. La OMS ya lo considera una enfermedad mental

Horas delante del ordenador, de la tablet, del móvil; una competición que no termina y que consume gran parte de las horas de la semana incluyendo las del descanso… El auge de la industria de los videojuegos y el alto consumo que los más jóvenes hacen de estos productos y sus efectos sobre ellos han provocado que la Organización Mundial de la Salud incorpore la adicción a los videojuegos en su listado de enfermedades mentales. Y es que, según el estudio de Unicef España, la Universidad de Santiago de Compostela y el Consejo General de Colegios de Ingeniería en Informática, Impacto de la tecnología en la adolescencia. Relaciones, riesgos y oportunidades, el 58,7% de los adolescentes españoles entre los 11 y los 18 años juega habitualmente y un 3,1% presentaría síntomas de una posible adicción a los videojuegos (otros estudios elevan ese porcentaje hasta el 7%). Además, el 4,4% dedica más de 30 horas semanales a esta práctica de ocio.

Ignacio Civeira, psiquiatra infantojuvenil en la unidad de trastornos comportamentales del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, trata a diario con estos problemas y con todos los relacionados con el uso de las nuevas tecnologías en este grupo poblacional.

¿Qué es ser adicto a los videojuegos?
La adicción es una enfermedad crónica y recurrente que afecta a todas las esferas del individuo. Habitualmente se ha asociado a sustancias, pero se ha visto que no sólo es eso y que tenemos que ir más allá. En estas sociedades, cada vez más avanzadas, las nuevas tecnologías, en este caso los videojuegos, que pueden facilitar muchos aspectos de la vida, a ciertas personas vulnerables y predispuestas les puede hacer enfermar. Los niños y los adolescentes son una población que per se ya son vulnerables.
Lo que vemos a nivel biológico y de madurez es que, por norma general, tienden a la inmediatez, son más impulsivos y también tienen menos recursos de afrontamiento. El problema no es que ellos quieran jugar, sino la repercusión que el juego pueda tener en sus vidas. Esta adicción se asocia a dependencia, uso excesivo, tolerancia… Para buscar una sensación placentera tienes que incrementar progresivamente el tiempo de uso sin tener el control sobre el mismo y que, al tiempo, genera un malestar.
¿Qué riesgos existen entre los más jóvenes?
Hay ciertos factores de riesgo externos que hay que controlar, pero también internos que son propios de la adolescencia. Dentro de los externos es importantísimo el ejemplo familiar, académico y el ámbito social.
Esta sociedad está incrementando los posibles factores de riesgo internos como serían la introversión, los fracasos académicos, la disfunción ejecutiva, memoria de trabajo, problemas a la hora de los estudios, pocas habilidades sociales, problemas a la hora de tomar decisiones. Todo esto que parece algo leve, es importantísimo. Si uno hace lo que debe y luego disfruta de lo que puede, ¿por qué lo hace al contrario a pesar de que le perjudique?
Pero, ¿dónde está el límite entre el divertimento y la adicción?
En la repercusión que la utilización de estas tecnologías tiene. Cuando, por ejemplo, el único momento o situación de placer se produce con las tecnologías es un problema. Cuando ese uso de la tecnología, y no hablo de horas, secuestra las habilidades saludables: no se sale de casa, no se hace deporte, no se socializa, no se estudia (que es el trabajo que corresponde a esa edad). Ni que decir tiene cuando no solo es lo emocional lo que se ve afectado, como inestabilidad, irritabilidad, cambios de humor, tristeza, sino también lo físico como modificaciones en el peso, ritmo circadiano alterado, pérdida del autocuidado… Todo ello son factores indicadores de que existe una adicción.
¿A qué edades y a qué sexo afecta más?
El varón es más vulnerable porque tiene una impronta de impulsividad y también porque el tipo de videojuegos que elige es muy accesible, muy competitivo, muy violentos, de acción…La adicción a las redes sociales se da más entre las mujeres.
En cuanto a las edades, la temprana sería de los 12 a los 14 y la tardía de los 14 a los 17.
Damos por hecho que con menos de 12 años la vigilancia familiar existe al igual que la inconsciencia de ese menor respecto a esos actos.
No hay que olvidar que es una población vulnerable y que nos enfrentamos a un negocio que capta y que forma parte de la sociedad consumista. Es la misma sociedad que te dice que el placer prima frente al deber; que la cultura del esfuerzo no merece la pena…Si a una población que es vulnerable y que el esfuerzo no es su impronta se le dan cosas sin esfuerzo y accesibles en las que el anonimato está garantizado…
Y luego hay un concepto de interconexión. Se ha normalizado que los chavales socialicen por estas vías y la presencialidad en las relaciones sociales es prioritaria.
Ignacio Civeira, en su despacho de la unidad de trastornos comportamentales.
Ignacio Civeira, en su despacho de la unidad de trastornos comportamentales.Hospital Gregorio Marañón 
¿A qué deberían estar atentos los padres?
Lo primero, a cómo usan el tiempo sus hijos. Un chaval que tiene exceso de tiempo libre lo va a mal utilizar. Por eso es fundamental que tengan una buena organización del día; tienen que estar atentos a las dificultades académicas, a los fracasos escolares, al aislamiento, a la pérdida de interés por socializar. También, a nivel clínico, deben vigilar los cambios de humor, irritabilidades y detectar que el único interés que tienen está relacionado con la tecnología. Además, hay que dar un ejemplo positivo a los hijos, estar cercanos, buscar el tiempo de calidad con ellos. Hablamos siempre de que hay padres que no conocen a sus hijos, pero es que es real. Sin pasar tiempo de calidad con ellos no sabemos a la situación a la que nos enfrentamos. También a nivel académico hay que involucrarse. En Infantil, el profesor te conoce y conoce a tus padres; en Primaria la cosa cambia un poco, pero sigue habiendo un componente muy personal, pero llegas a la ESO, de la población de la que estamos hablando, y la educación secundaria se convierte en algo frío, distante, donde el profesor es casi un número y el alumno mucho más. Normalizar situaciones patológicas es un problema. Y sin embargo, darle luz al riesgo que esto implica es positivo y necesario.
¿Cómo se realiza el diagnóstico?
Nuestra principal herramienta es la valoración clínica, que es la entrevista personal. En ella, también hacemos pasar a los padres pero de manera individual, porque a los niños se les da un espacio propio. Se les va a valorar desde su situación sociodemográfica hasta lo que son preocupaciones. Les hago partícipes de la consulta y les pregunto cuál es su demanda. Analizamos todas las esferas de la vida. En este caso, las aficiones, lo académico, lo social, los objetivos y proyectos de futuro. Valoramos estados de ánimo, síntomas asociados (inestabilidad anímica, irritabilidad, baja autoestima, deficientes habilidades sociales, síntomas depresivos, deficientes recursos de afrontamiento, poca capacidad para regular el estrés…) el ritmo circadiano, y también se les hace una analítica general. Además, les pido ayuda a ellos mismos y les pregunto qué es lo que creen necesitar.
¿Y la terapia?
No podemos decir que sea un tratamiento para toda la vida, como en el caso de otras adicciones, porque, el ámbito infantojuvenil está asociado el desarrollo, el crecimiento, la mejora. Pero es verdad que es algo ambivalente, ya que todo el concepto de adicción asocia las características de cronicidad y de recurrencia. Lo que tratamos de darles son recursos de afrontamiento, que no sólo son personales sino que tienen que implicar sobre todo a la familia, si no es así la eficacia está totalmente diluida. También al colegio porque todos debemos utilizar el mismo lenguaje.
Hay que tratar también posibles comorbilidades, si hay ansiedad de fondo, depresión… Y hay un trastorno muy habitual que está asociado a estas adicciones que es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que, entre otras cosas, se caracteriza por una desinhibición de impulsos, una disfunción ejecutiva y por ende les predispone para ser adictos, no sólo a las tecnologías sino probablemente también a otro tipo de sustancias. En la unidad marcamos entre 12 y 24 semanas de intervención, porque hay que particularizar cada caso. Es un programa terciario que, en el caso de que tengamos que darle continuidad, nos coordinamos con otros especialistas y también con atención primaria. En algunos casos la intervención psicológica no basta y hay recurrir al fármaco.

 

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