13/09/2020: NOTICIAS.
No es fácil detectar si detrás del excesivo uso de las pantallas hay un trastorno grave de conducta, pero es importante para reaccionar cuanto antes.
Un 66% de los menores españoles entre 10 y 15 años tiene móvil, según datos del año pasado del Instituto Nacional de Estadística. Por franjas de edad, con menos de diez años ya dispone de teléfono el 22,3% de la población; con 11 años, el 38,1%; con los 12, el 63,9%; con 13, el 84%; con 14, el 92,5%, y con 15 años, el 93,8%, tal y como señala el estudio.
Con estos datos, es muy difícil concebir una adolescencia sin ‘smartphone’, por eso actualmente, los psicólogos y educadores ya no centran tanto el debate en qué edad es la recomendada para tener móvil sino con qué autonomía lo deberían gestionar.
Asumido su extendido uso y su condición generacional, quedaría por saber si se está haciendo un uso responsable del dispositivo o se está abusando de él. Más aún, la pregunta que asalta a muchas familias es si sus hijos se están convirtiendo en adictos.
Cuando quedarse sin batería es un drama
Lo primero que hay que plantearse, según la psicológa María González, es si nuestro hijo está dejando de hacer cosas importantes o habituales en su comportamiento por atender el móvil. «¿Pierde la noción del tiempo?, ¿tiene el móvil en la mano continuamente?, ¿le resulta imposible relajarse?, ¿es un drama quedarse sin batería o dejarse el teléfono en casa?», para la experta estos podrían ser ejemplos de lo que en su profesión se conoce como ‘nomofobia’ o adicción al móvil.
Este trastorno puede derivar en cuadros de ansiedad e irritabilidad, puede afectar a las relaciones sociales e, incluso, acarrear problemas de insomnio e immunológicos, como confirma la psicóloga. Si se llega a una situación extrema, se recomienda acudir a profesionales para evitar más complicaciones, aunque el primer paso siempre debe ser «la comunicación entre padres e hijos», tal y como subraya María González.
Es importante escucharlos y apoyarlos. Para ello, se recomienda compartir experiencias en familia y hacerles ver el mundo que existe más allá de las pantallas. «Se les puede poner pequeñas pruebas para ver cuánto tiempo aguantan sin coger el móvil», sugiere la psicóloga para que ellos puedan ser conscientes de su dependencia. González anima a los padres a que les expliquen a sus hijos que no pasa nada por no recibir una respuesta inmediata. «En definitiva, hay que enseñarles a desarrollar autocontrol», apunta.
Igualmente, hay que observar el comportamiento de los hijos para saber si se ha alterado su estado de ánimo y si las relaciones con los demás han cambiado, permaneciendo atentos a su evolución. También es útil preguntarse si existe un porqué detrás de la adicción y un problema puntual que pueda provocar el trastorno.
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