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Jarabe de la tos y gotas para la epilepsia, las nuevas drogas que usan los jóvenes gallegos

Laboratorio de Aclad en A Grela (A Coruña). donde se analizan las muestras en busca de nuevas drogas CESAR QUIAN

NOTICIAS: 3.04.2024

El alcohol, el cannabis y la cocaína siguen protagonizando el grueso de las adicciones

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. LADOREDACCIÓN/LA VOZ

El problema que tienen los adolescentes gallegos, y en general los de toda España, «es que fuman muchos porros», como dice Gerardo Sabio, director de la Asociación Ferrolana de Drogodependencias (Asfedro). De hecho, el grueso de las personas que atienden profesionales como él o como su colega Maite Lage, de la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga de A Coruña (Aclad), son adictas al alcohol, al cannabis, la cocaína y la heroína. «Nadie está consumiendo éxtasis el martes por la mañana en el recreo. Una adicción hay que entrenarla, hay que cultivarla por así decirlo, y eso se hace con drogas de mayor disponibilidad», explica Sabio.

Es un hecho que el acceso a los estupefacientes clásicos, por así llamarlos, resulta más sencillo en España que en otros muchos países de Europa, con lo que las últimas modas en drogas sintéticas o el abuso de medicamentos acostumbran a tener menos éxito. Aunque eso no es óbice para que «si generalizas la prescripción de benzodiacepinas en un porcentaje alto de población, una pequeña parte va a desarrollar adicción», como dice Gerardo Sabio. Y tampoco evita que los chavales más jóvenes experimenten con sustancias más peligrosas de lo que creen.

Por ejemplo, en Ferrol ahora están echando mano de una benzodiacepina en gotas que se utiliza habitualmente para tratar la epilepsia, que «produce una especie de borrachera rápida» y que implica un riesgo de «intoxicación aguda en poco tiempo y con poca cantidad». Tampoco es desconocido —incide Sabio— el uso de los jarabes de la tos que contienen codeína, con los que la sobredosificación es mucho menos probable, pero comparten el peligro de que el chaval de turno «se caiga de un sitio alto, en un charco o pase la noche a la intemperie».

Es lo que el mundo anglosajón se conoce como «mercado amarillo», porque las sustancias en sí no son ilegales, sino que se les está dando un uso inadecuado, como destaca el especialista, para quien la presencia de anfetaminas como el MDMA, la mal llamada cocaína rosa, la mefedrona, el GHB o la ketamina es bastante menos usual. Están ligadas a contexto de fiesta y particularmente a los festivales de música electrónica, que no pasan por su mejor momento aunque parece que están empezando a resurgir y con ellos lo hará también el consumo de estas sustancias. Por el momento, su presencia está aparentemente por debajo de la que había años atrás, porque «una droga tan psicodélica como la ketamina» pega poco en un botellón, concluye Sabio.

Tampoco se puede hablar de una crisis de opiáceos, como la heroína, ni de los opioides, sus variantes sintéticas, entre las que el fentanilo es la más llamativa por las imágenes que llegan de Estados Unidos. El jefe de Urgencias del CHUS de Santiago, Plácido Mayán, con más de 20 años de experiencia, dice que jamás han atendido una intoxicación por esta droga. Tampoco le consta que lo hayan hecho en el resto de hospitales gallegos y su colega Manuel Iglesias Pin, del Chuac de A Coruña, lo corrobora.

Lo que sí se está detectando, como alerta Maite Lage, psicóloga de Aclad, es que «cada vez se está fumando más la cocaína» y no se trata de un tema menor, «porque tienen mucho más poder adictivo que esnifada y luego les cuesta muchísimo» completar con éxito un tratamiento para dejarla.

En cambio, aunque sí existe la sensación de que «hay más heroína en la calle», y así se lo transmiten a profesionales como ella los usuarios del centro coruñés, en realidad en las consultas no lo aprecian, como mucho advierten un leve repunte. La situación no tiene nada que ver con la de hace años y su principal preocupación, al margen del alcohol, son el cannabis y la cocaína. Aunque como advierten Lage y Sabio, no es en centros como los suyos donde se detectan las sustancias emergentes, porque a ellos generalmente llegan personas que ya han desarrollado una adicción, más o menos lo asumen y buscan ayuda. A veces ni siquiera eso, porque hay varios perfiles, por ejemplo el de una mujer de mediana edad enganchada a las benzodiacepinas, a los que les cuesta vencer el estigma y acudir a estos especialistas.

Las primeras alertas saltan en los servicios de urgencias y no necesariamente por intoxicaciones. A veces detectan las drogas a partir de accidentes de tráfico, caídas u otro tipo de traumatismos. «Hay dos tipos de consumidores básicamente, la gente que es adicta, que tiene un policonsumo crónico que son mezclas de cocaína, alcohol, incluso heroína o drogas nuevas, un poco lo que pillan. Y luego gente joven, con un patrón más lúdico de fin de semana, salir por la noche, socializar. Son drogas más ‘‘modernas», tipo anfetaminas. Está muy de moda la ketamina y luego otras tipo la cocaína rosa, que son mezclas en las que solo sabe lo que llevan el que las ha mezclado. Suelen llevar eso, anfetaminas e incluso algún psicodélico mezclado, como la ketamina», detalla Iglesias Pin, que constata el descenso del impacto que tenía la heroína. «Ahora se ve mucho menos que hace años porque el consumo suele ser fumado y no por vía intravenosa, porque la gente ya no se suele pinchar. Los casos que se ven son de toxicómanos que llevan un tiempo de evolución, que llegan un día con un consumo excesivo, incluso con fines de acabar con todo», añade el especialista en urgencias del Chuac, al que no le acaba de encajar el consumo de esa benzodiacepina líquida por parte de adolescentes. «Es un ansiolítico, que en principio no tiene así un patrón lúdico porque no produce más efecto que el de dormir. A lo mejor se puede utilizar mezclado con otras drogas para contrarrestar los efectos así eufóricos o agresivos», detalla el médico que, reconoce, en cualquier caso, que «la gente joven es muy imitadora de lo que ocurre a su alrededor y puede haber patrones así puntuales en determinados sitios». De hecho, perciben «un mayor consumo entre los jóvenes y bastante descontrolado en el sentido de atender situaciones puntuales que no son graves, pero que ocupan tiempo y que son problemáticas». También tienen la impresión de que «ha disminuido un poco la edad de abuso de sustancias, aunque sea de manera puntual, un fin de semana o lo que sea. La gente, a pesar de tener más información, son jóvenes y parece que no la saben regular muy bien. No tienen una percepción del peligro de las drogas y entonces hay otros efectos: accidentes de tráfico, caídas, brotes psicóticos…»

Plácido Mayán dice que están empezando a ver «derivados de las anfetaminas sobre todo en gente joven, estudiantes». Y también detectan «ya heroína en gente relativamente joven. No inyectada porque no tienen marcas de punción, pero dan positivo». Luego, «cuando hay algún festival», encuentran «ketamina mezclada con derivados del LSD».

«Cada vez es más frecuente ver cosas propias de otros países, como pastillas que se hacen con varios fármacos. Habitualmente son drogas que se consumen de forma lúdica y el 90 % de las veces van mezcladas con alcohol. Es muy raro que alguien tome solo pastillas. Y ahí es muy difícil saber de entrada —por los síntomas lo puedes sospechar— lo que ha tomado, porque suelen llevar mezclados derivados del LSD, anfetaminas o benzodiacepinas, que van en contra de la anfetamina y se ponen precisamente para que la gente consuma más. Con lo cual es más fácil la sobredosificación», añade el jefe de Urgencias del Chuac, que trata de desterrar algunos de los mitos que existen con los opioides, como el fentanilo. «Cuando se le prescriben a un paciente que le hacen falta no crean adicción. Lo que hacen es aliviar el síntoma. Lo que pasa es que hay algún paciente que los sigue utilizando sin ser necesario. Estos son los que al final acaban enganchándose a los parches de fentanilo o a la morfina. Pero no es algo tan frecuente como pudiese uno pensar. Y tampoco suele existir sobredosis. Si la hay es un por un error de toma no por un uso lúdico».

Mayán, que tiene una dilatada experiencia en Urgencias, considera que en cuanto a los problemas derivados de las drogas, después de las crisis de la heroína de los años 80, «por suerte estamos en una situación prácticamente igual que hace 10 años. Probablemente se vea algo más, pero no como complicación urgente».

Un siniestro de tráfico común puede acabar mal cuando el paciente va drogado

Al margen de los daños físicos y neurológicos a medio y largo plazo, cuando hay un consumo de drogas el riesgo de un accidente está siempre ahí. Además, se convierten en un problema muchas veces serio para los médicos que tienen que atender a esa persona, ya sea por una intoxicación o por cualquier otra cosa, como un traumatismo de tráfico.

«Hay algunas drogas que tienen antídotos. Por ejemplo, las intoxicaciones graves con opiáceos. Otras sustancias, como las anfetaminas y todas estas, no tienen uno específico. Entonces, dependiendo un poco de la gravedad de la intoxicación, se va atendiendo a los síntomas: el manejo de la presión arterial, de las vías respiratorias si es que están comprometidas, el nivel de conciencia…», explica Manuel Iglesias Pin. Además, «muchas veces van mezcladas con grandes cantidades de alcohol, que tampoco tiene antídoto, y son cuadros graves».

«Depresión respiratoria»

«El mayor riesgo es el bajo nivel de conciencia y la depresión respiratoria. El cerebro, afectado por las drogas, deja de respirar y lo que más compromete la vida es la respiración y el corazón», dice el médico, quien también aclara: «En general son personas jóvenes que tienen un cuerpo que aguanta bastante, por lo que no suele haber problemas graves», aunque a veces se producen.

Al igual que su colega, Plácido Mayán, establece diferencias importantes en función del tipo de sustancia. «Si ha consumido anfetaminas o cocaína puede estar muy agitado, que no pare de moverse. Es complicado pararlo, por así decirlo». En cambio, «si ha consumido ketamina o algún compuesto que lleve benzodiacepinas puede estar en un estado de coma y hacernos pensar que tiene algo en la cabeza. Tenemos que descartarlo, lógicamente, cuando el problema en realidad es la ingesta de droga que ha hecho», dice el especialista para quien el riesgo principal en estos casos es el «bajo nivel de conciencia y la depresión respiratoria». Sin embargo, «un paciente que ha consumido anfetaminas —mucho más incluso que con la cocaína— lo que va a tener normalmente son problemas cardiológicos. Es muy frecuente que tengan arritmias e incluso infartos».

Fuente: La Voz de Galicia

 

 

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