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Nomofobia o adicción al móvil: ¿es sólo cosa de nuestros hijos?

Getty Images/iStockphoto

NOTICIAS: 02.05.2022

Existen una serie de actividades que pueden hacernos reconocer que dependemos de estar conectados permanentemente

 

CATALUÑA. Estos últimos tiempos se está hablando mucho de los problemas de los jóvenes enganchados a los móviles y a las pantallas. Se escriben centenares de artículos que advierten sobre los perjuicios de la adicción a esos aparatos (que además la mayoría de las veces les hemos comprado los padres y es habitual también que seamos los que pagamos la conexión a internet).

Se ha acuñado una nueva palabra: nomofobia, que es la abreviatura de la frase inglesa “no mobile-phone phobia” que intenta expresar el concepto de la angustia por no estar conectado permanentemente al móvil y a las redes sociales.

Sesudos especialistas nos advierten de las nefastas consecuencias de esta dependencia pero, curiosamente, la mayoría de estas preocupaciones se expresan referidas a los adolescentes y a los jóvenes. Como si los adultos no tuviéramos comportamientos que son prácticamente iguales a los que criticamos en nuestros menores.

Hace ya muchos años que estamos expuestos al posible mal uso y, si somos sinceros, no somos un gran ejemplo para nuestros hijos

Se me podrá decir que en los cerebros en formación con redes neuronales inmaduras el perjuicio puede ser mayor, pero nos olvidamos de que los primeros teléfonos móviles salieron al mercado en 1973. Pesaban más de 2 kg y tenían más el aspecto de un teléfono de campaña como los de Gila cuando le pedía al enemigo que se pusiera al aparato. El primer Smartphone se puso en el mercado el 15 de agosto de 1996. Tenía hasta fax. Recomiendo buscar en internet las fotos de estos trastos que hoy nos parecen tan ridículos como el zapatófono de Maxwell Smart, el agente 86.

A pesar de que al principio era una tecnología al alcance de muy pocos, de una manera rápida se puso al alcance de casi todos los bolsillos. Por ello, hace ya muchos años que estamos expuestos al posible mal uso y, si somos sinceros, no somos un gran ejemplo para nuestros hijos. Muchas de las cosas que hoy criticamos ya las hemos hecho nosotros. Y lo que es peor, lo seguimos haciendo.

¿Cuántas horas pasaste jugando al juego de la serpiente?

Si miramos a nuestro alrededor (cuando levantamos la vista de la pantalla del móvil) podemos ver personas de todas las edades fascinadas por los contenidos del teléfono, que se ha convertido en un elemento central en nuestra vida cotidiana. Ayer cenaba con mi mujer en un restaurante y me entretuve en contar cuánta gente estaba utilizando el móvil. Prácticamente todos. Algunos hacían fotos al plato que les habían servido, otros hacían morritos en un selfie, los infantes jugaban a un videojuego o miraban dibujos animados y una chica con aspecto de ejecutiva cerraba un acuerdo comercial mientras se le enfriaba la sopa. Los pocos que no lo utilizaban activamente lo tenían sobre la mesa, esperando supongo su momento para activarlo durante la cena.

Hasta una pareja de novios consultaban las pantallas embobados sin mirarse siquiera a los ojos. El único gesto de ternura que supe percibir es que se cogían de una mano mientras con la otra sostenían cada uno su teléfono.

¿Cuáles son los síntomas más habituales de la nomofobia?

Utilizamos una serie de sistemas de rastreo en la consulta para concienciar a pacientes de todas las franjas de edad sobre un posible mal uso de los dispositivos. Añade las horas de televisión, ya que los adultos seguimos viendo programas en el televisor, cosa que no hacen la mayoría de las nuevas generaciones. Todos estos síntomas nos pueden orientar sobre el uso abusivo de los dispositivos digitales:

  •  Comprobar compulsivamente si uno lleva su móvil y volver a casa a buscarlo si por alguna razón no lo llevamos.
  •  Consultar repetidamente para ver si nos ha llegado un mensaje, una foto, o para entretenernos cuando esperamos o no sabemos qué hacer. Se sabe que la media de consultas al móvil es de más de 100 veces al día, que en jóvenes aumenta a 150 al día, pero son datos de 2019 y me atrevo a apostar que han aumentado.
  •  Padecer irritabilidad o desazón si estamos sin cobertura o se está acabando la batería.
  •  Utilizar el móvil mientras estamos en otra actividad, como por ejemplo viendo la tele, en un concierto, en un museo….
  •  Notar una sensación de hormigueo en el bolsillo o en la pierna como si vibrase el móvil sin sonido. Para comprobar inmediatamente que no lo llevamos encima. Es lo que se llaman vibraciones fantasma.
  •  El número de horas que pasamos frente a la pantalla. Según un estudio realizado por la empresa sueca Ikea en 2019, una de cada dos personas pasaba más de dos horas diarias conectada por ocio. A lo que habría que sumar el tiempo que supuestamente estamos conectados por trabajo. Sin embargo, un reciente estudio de la Fundación de Ayuda contra la Droga (FAD) sobre jóvenes y ocio digital publicado el 28 de abril de 2022 y que analiza 1200 encuestas a jóvenes entre 15 y 29 años en España, arroja un dato espectacular: cuatro de cada cinco jóvenes en esa franja de edad pasan una media de casi siete horas al día en actividades de ocio digital, supongo que algunas robadas al sueño. Esto incluye escuchar música, ver series o películas, consultar redes sociales, hacer compras online…. No tenemos datos de un estudio similar reciente sobre el uso de dispositivos en adultos, pero puedo suponer que señalaría resultados bastante parecidos. Y quizás la media bajaría sólo por el hecho de que los mayores no somos nativos digitales.

¿Cuánto tiempo dedicamos al móvil?

Es fácil consultar en los dispositivos el tiempo que hemos estado conectados. Comprueba el tuyo. Quizás el resultado te sorprenderá. En dispositivos Android (desde la versión 9) hay una función llamada Bienestar Digital que permite consultar el tiempo de uso; las veces que desbloqueas el móvil, la cantidad de notificaciones recibidas o la frecuencia de uso de algunas apps. En iOS se puede consultar el menú ajustes-tiempo de uso- ver toda la actividad y entrar en consultas del dispositivo.

Seamos pues capaces de ser autocríticos, ya que no tendremos ninguna credibilidad cuando pretendamos dar lecciones a los más jóvenes. No hay mejor lección que el ejemplo.

Fuente

 

 

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