OPINION: 06.12.2021
Todo el mundo tiene claro que la heroína o la cocaína son drogas muy peligrosas, pero, contrariamente a la sólida evidencia científica, todavía no hay una conciencia clara de los riesgos reales del cannabis. La prueba es que, hace unas semanas, el Parlamento español debatió su legalización.
Acabo de recibir el resumen del segundo Congreso Internacional sobre Cannabis y sus Derivados y las conclusiones no podrían ser más claras. Se estima que hasta un 8% de los casos de esquizofrenia están relacionados con el consumo temprano de esa sustancia, lo que también desencadena ingresos por psicosis. A esto se suma el aumento del riesgo de trastornos depresivos (y suicidio) y la disminución de la capacidad de atención. Si se fuma, las consecuencias obvias se suman a nivel cardiopulmonar. En esta conferencia se advirtió que la legalización de su venta y distribución aumenta el número de casos de tratamiento al consumidor, y datos recientes del Estado de California (donde se legalizó hace cinco años) muestran que el mercado negro no se ha encogido, pero aumentado. Algunos políticos hablan de legalizar la recaudación de impuestos, pero los investigadores dicen que los ingresos de estos nuevos impuestos no serían comparables a los costos sociales y los creados en el sistema de salud pública para atender a los enfermos.
Al final, el cannabis terapéutico siempre sale. La ciencia nos dice que hay cuatro enfermedades para las que está indicado (nunca en forma de puerros), pero eso solo con prescripción médica. La quimioterapia o los antibióticos también son terapéuticos y nadie puede pensar en el uso recreativo de la quimioterapia.
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