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¿Somos adictos al móvil con internet? No sin mi móvil

Ilustración de Miguel Guillén.

NOTICIAS: 02.05.2021

Ni es una ‘pandemia’, ni una adicción generalizada, pero nuestra relación de dependencia con el teléfono inteligente genera una situación social grave en la que niños y adolescentes salen más perjudicados

 

 

Cádiz – Andalucía. El móvil nos gusta. Nos gusta tanto como besar al chico o a la chica que nos gusta. Nos gusta tanto como el helado a un niño de 7 años y, en ocasiones, con la misma impaciencia y avaricia, lo reclamamos. El móvil nos gusta, ¡cómo no!, si a la vuelta de los últimos 10 años se ha convertido en una extensión de nuestra casa, de nuestra vida, de nosotros mismos. Con el móvil jugamos, trabajamos, activamos, incluso, algunas tareas del hogar, con el móvil hasta nos recordamos que nos amamos y nos necesitamos confinados y sin confinar. Sin embargo, el móvil –el smartphone–, ese que poseen un 97,9% de los hogares de la provincia de Cádiz y con el que el 85,3% de nuestros vecinos accedieron a internet –según la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación de los hogares de Andalucía de 2019– está generando una grave situación social donde los niños y jóvenes salen especialmente perjudicados.

“En los últimos 10 años el móvil nos ha cambiado, ha cambiado nuestro comportamiento, influye en nuestra atención, en nuestro ánimo, en nuestra memoria porque hasta ha cambiado lo que decidimos memorizar y no memorizar, pero hay que tener cuidado con la terminología y matizar los distintos niveles que hay entre una adicción, que es algo gravísimo, y una fuerte dependencia. De hecho, recordemos que en la última clasificación de enfermedades de la OMS (la CIE 11) se cuidan mucho de incluir la palabra adicción y hablan como patología de un Trastorno Mental del Comportamiento producido por la dedicación en exceso a Internet, al videojuego online, a las ciberapuestas y a la pornografía”, explica Domingo Malmierca, autor de la guía Aprender a convivir con el móvil, editada por la Fundación Aprender a Mirar, y coordinador de la Cátedra de Comunicación Digital en la Infancia y la Adolescencia de la Universidad Complutense de Madrid, que al descargar de sensacionalismo y alarmismo nuestra relación con el móvil no pretende restarle “ni preocupación, ni importancia”.

Así, aunque la tecnoadicción no coloniza la generalidad, no deja de ser cierto que el móvil engancha –como ese beso, como ese helado, como esa serie que vemos capítulo tras capítulo (también en el móvil)–, simplemente, porque nos hace felices. Y no es un decir. “No es sólo que nos guste el móvil porque sea una herramienta útil, con la que además encontramos una respuesta sencilla e inmediata, a nuestros deseos, es que, además, hace relativamente poco se descubrió que el móvil, su presencia física, hace que, al igual que cuando vemos una tortilla de patatas a la hora de comer, generemos una cantidad enorme de dopamina (una de las hormonas del sistema llamado opiode o del placer cerebral)”, informa Malmierca sobre esa capacidad de nuestro cerebro de prepararnos para lo que nos gusta, lo que le gusta (satisfacer su curiosidad, aprender, comunicarse) e, incluso, incitarnos a repetir. Lógico que con el móvil se despache barra libre de dopamina…

Y es que el smartphone es una herramienta “potentísima” que vino a cambiar nuestro país “entre el año 2012-13” convirtiéndose, por detrás de la aparición de Internet “en el segundo mayor salto de adopción de nuevas tecnologías por parte de la sociedad en los últimos 30 años”, defiende Miguel Ángel Sánchez, doctor en Marketing y Comunicación y profesor de la Universidad de Cádiz. Una reflexión avalada por los datos de la encuesta Ditrendia que indican que en 2019 los españoles dedicamos 3 horas y 22 minutos al día, o lo que es lo mismo, casi 48 días completos del año, a nuestros teléfonos inteligentes.

“El dispositivo móvil va con nosotros las 24 horas del día, es el dispositivo que mejor integra el resto de las tecnologías y todos los servicios de trabajo y de entretenimiento a través de internet. Y eso las marcas lo saben, de hecho, los últimos estudios de marketing digital apuntan a que es el dispositivo preferido en España para realizar compras, por lo que actualmente hay un esfuerzo enorme por parte de las empresas de adecuar sus negocios a los móviles”, destaca.

Pero “como toda tecnología que se implanta muy rápido” en la sociedad “es inevitable” que lleva aparejada aspectos negativos, reconoce el profesor. Y de esa cara oscura, de esas tecnopatías que se producen “por un mal uso” del teléfono móvil, que especificaría Malmierca, saben bastante Luis Bononato, director provincial de Proyecto Hombre, y la psicóloga Petri Barbosa.

“Todo uso abusivo del móvil no tiene por qué derivar en una adicción . El factor determinante, cuando podemos hablar de un problema, es cuando ese uso nos condiciona la conducta, nuestro bienestar y, la peor de las consecuencias, cuando nos aísla”, explica la psicóloga sanitaria que ha tratado varios casos de nomofobia (del anglicismo nomobile phobia), un palabrejo que define a la ansiedad que produce la ausencia de acceso al teléfono móvil. “El miedo a no llevarlo con nosotros, o que se nos haya acabado la batería, provoca la ansiedad y esa sensación de angustia, esa consecuencia de la adicción, es la que nos pone en sobreaviso del problema”, relata sobre la patología que se suma a otras asociadas al móvil, y que describe Malmierca en su guía, como el síndrome de la vibración fantasma ( falsa vibración o sonido de un aviso inexistente), el phubbing o FOMO (acrónimo de fear of missing out que consiste en la obsesión por consultar el móvil mientras mantenemos una conversación, por si nos estamos perdiendo algo) o la apnea del whatsapp (la necesidad incesante de consultar esa aplicación), entre otras.

A las consultas de Barbosa (en Chiclana y Conil), donde este tipo de casos “van en aumento en los últimos años”, afirma, los pacientes no llegan reconociendo que sufren esa dependencia. “En su mayoría son adolescentes y adultos jóvenes que vienen a consulta porque se sienten más irritables, faltos de concentración en los estudios o el trabajo, con problemas para conciliar el sueño… Y después descubrimos que la causa está en su uso del teléfono”, cuenta la psicóloga que ve en este “trastorno del control de los impulsos” una patología “muy dañina” con consecuencias “que pueden llegar a ser muy desagradables” y que “puede o no” esconder “otros problemas como la falta de autoestima o la carencia de compañía”.

Trastorno que podríamos pensar que se coló en nuestra vida al abrir esa ventana a cualquier contenido que significó la llegada del móvil con internet. Sin embargo, la realidad contradice la impresión puesto que la primera persona que acudió a Proyecto Hombre en busca de ayuda fue en el año 2002, cuando en España ni olíamos eso del smartphone. “Era una chica de 17 años de San Fernando y nos dijo, literal, vengo porque estoy enganchada a los mensajes de móvil, cuando entonces no había mensajería instantánea, sino SMS. Nosotros nos quedamos sorprendidos y desconcertados”, recuerda Bononato que lo primero que hizo fue “comprobar si en otro de nuestros centros del país había llegado algún caso similar” (ni encontraron en sus centros ni tuvieron constancia de otros) para después detectar en esa primera entrevista “que muchos de los síntomas que contaban eran muy parecido a los del consumo de cannabis y cocaína” por lo que, “como el objetivo de Proyecto Hombre es estar a la demanda de la sociedad”, se pusieron manos a la obra.

Hoy, Proyecto Hombre cuenta con su propia línea de ayuda a los menores, Proyecto Joven, donde se atienden a chicos de 12 a 21 años, con trastornos en el comportamiento, consumo incipiente o esporádico y abuso de las TIC (móvil, internet, juegos y apuestas on-line, videojuegos) y con conflictos familiares. Pero es el abuso de las nuevas tecnologías el que está teniendo “un crecimiento muy importante”, certifica su director, puesto que entre 2018 y 2019 aumentó de un 13,6% a un 20% los jóvenes del programa tratados por su dependencia relacionada con las pantallas, pacientes que en 2017 sólo representaban el 3,7% de los chicos atendidos.

Al igual que con el resto de adicciones, en la terapia en la que son atendidos estos jóvenes tiene “mucha importancia la presencia de la familia”, destaca Bononato que relata que tanto en las sesiones individuales como en la terapia grupal, el núcleo familiar está presente. “En la grupal, los jóvenes con los jóvenes y otra para las familias”, especifica. Sin embargo, “la gran diferencia” con respecto al tratamiento por abuso de alcohol, cannabis o cocaína, reside en que “el objetivo no es eliminar el objeto de la adicción, porque, lógicamente, no queremos que los chicos dejen de usar el móvil, sino que le den un buen uso”.

Jóvenes consultando el móvil en Cádiz.

Jóvenes consultando el móvil en Cádiz.

Nada más simple y más complicado, a su vez. Y más importante, porque, como coinciden todos los expertos, menores y jóvenes son más vulnerables a los efectos nocivos del mal uso de la tecnología. “El cerebro está formado por millones de neuronas y entre ellas se producen trillones de conexiones. Cada vez que vemos, oímos o aprendemos algo nuevo se producen nuevas conexiones, nuevos enlaces, lo que se conoce con el nombre de sinapsis. Bien, pues en la adolescencia se produce lo que se llama poda sináptica que es que el cerebro destruye las neuronas sin información y fabrica nuevas neuronas que se enlazarán con las neuronas útiles de una forma más fuerte. De ahí, la desorientación que sufrimos en la adolescencia pero también la capacidad de aprendizaje espectacular que tenemos los humanos de los 3 hasta los 14 años. Somos más permeables porque nuestras neuronas son mucho más influenciables y de ahí que se nos queden pegados, desde la sintonía de los anuncios, en nuestra época, a todo lo que ven por las pantallas los chicos de hoy”, bucea el director de la Cátedra de la Complutense que trabaja tanto “por la defensa de las neuronas de los menores, especialmente, en el mundo digital y mundo audiovisual”, ya que son más vulnerables” porque todo lo que entra en su cerebro es más fuerte”, como por “enseñar a los padres a enseñar los buenos usos digitales a sus hijos y evitar los riesgos, los excesos y los malos usos”.

De hecho, ese papel “fundamental” de los padres en el uso del móvil de sus hijos también es reclamado desde el Equipo de Delitos Tecnológicos de la Policia Nacional en Cádiz donde, lamentablemente, cada vez están más familiarizados con términos como ciberbullying, sexting, grooming, sharenting

“De todos los ciberdelitos que se producen –en los últimos cuatro años han aumentado un 300%– los que nos preocupan especialmente son los relacionados con la pornografía infantil donde, precisamente, aquí en la provincia tenemos más delincuentes que víctimas”, relata el subinspector jefe de esta Unidad, Alejandro Pérez, que divide “en tres grandes bloques” los delitos relacionados con las nuevas tecnologías: “los que afectan al ámbito económico (estafas), la pornografía infantil y los relacionados con el tema de relaciones sentimentales o de amistad”. Y en todos ellos, el móvil, está “muy presente”.

“En los delitos sexuales los grandes perjudicados son los niños y los padres ni se enteran. Y es curioso que cuando los padres llevan a los niños a un parque se preocupan de que no hablen con extraños, pero, sin embargo, le ponen un móvil en la mano dándoles acceso a hablar con cualquier persona, de cualquier parte del mundo, y lo dejan solos en su cuarto hablando por Whatsapp, jugando on line o con el Tik Tok”, reflexiona el policía muy descreído con los sistemas de control parental en los dispositivos ya que “los niños en dos días saben más que tú y te los desactivan” por lo que, opina, que lo más eficaz es “la educación”, un argumento que refuerzan tanto el comisario jefe provincial de Operaciones, José Manuel Menacho, como el comisario principal provincial, Antonio Ramírez, que destacan la labor de la Policía Nacional en la prevención a través de programas como el Plan Director, que dedica un curso específico para los colegios con el objetivo de formar a los niños y jóvenes en el buen uso de las TICs.

Pero el adulto que esté libre de pecado que tire la primera piedra… “La gente tiene muy poco aprecio a su imagen, ponen fotos suyas en cualquier circunstancia y no tienen la conciencia de que cuando uno la cuelgue, incluso en el perfil de Whatsapp, cualquiera la puede coger y hacer lo que le dé la gana con ella, igual te pongo cantando el chachachá que en una actividad sexual”, explica el subinspector Pérez que se ha encargado de no pocos temas de “coacciones” donde “un adulto que ha mantenido relaciones sexuales online ha sido grabado por la otra persona para después pedirle dinero por no difundir eso entre sus contactos porque han accedido a sus redes”. Delitos de “persecución difícil” y “sobre todo, aunque llegues a coger al delincuente, difíciles de parar si se trata de imágenes o grabaciones que llegan a subirse a la Red”.

Una Red que tenemos en la palma de nuestra mano a través de un dispositivo maravilloso que ha llegado para facilitarnos la vida. Porque sólo depende de nosotros que esa ventana al mundo que es nuestro smartphone nos ofrezca un nuevo horizonte o un precipicio.

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