NOTICIAS: 14.04.2022
Gracias a las lagunas legales y a un conjunto de investigaciones convincentes, negocios como Nushama, en Nueva York, están escribiendo las reglas sobre la marcha.
NUEVA YORK — La decoración de la clínica de bienestar psicodélico Nushama fue diseñada para transmitir dicha plena. “No parece un hospital o una clínica, sino más como un viaje”, afirmó Jay Godfrey, el exdiseñador de moda que cofundó el espacio junto con Richard Meloff, un abogado convertido en empresario de cannabis.
El “viaje”, en este caso, es inducido por ketamina, que se administra vía intravenosa, como tratamiento para trastornos de salud mental, aunque la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) todavía no aprueba uno.
“Pensé, ¿cómo se ve la felicidad?”, dijo Godfrey. En Nushama, que ocupa toda la planta 21 de un edificio del centro de Manhattan, parece que hay 3000 flores de seda en colores pastel colgando del techo, y un televisor de pantalla plana en la sala de espera que reproduce un “paisaje de maravillas” de tókens no fungibles con nenúfares y guirnaldas de hojas que, si se miran con detenimiento, son pequeñas ninfas.
Godfrey cerró su negocio dedicado a la moda y fundó Nushama en 2020. Dice que se había desilusionado del mundo de la moda y, durante muchos años, estuvo usando psicodélicos para su salud mental luego de leer Cómo cambiar tu mente: lo que la nueva ciencia de la psicodelia nos enseña sobre la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la trascendencia, el exitoso libro de Michael Pollan. La idea le llegó en un momento —Godfrey lo define como “una experiencia de apertura de mente”— al inicio de la pandemia en el que se dio cuenta de que “tenía la capacidad de llevarle estos medicamentos a la gente”.
Quizá fue un llamado, pero el giro que Godfrey le dio a su carrera, de la moda al bienestar, llegó cuando la ropa que diseñaba ya no era tan solicitada y había un interés creciente en las drogas psicodélicas como tratamientos alternativos para la salud mental. Los inversionistas están apostando por distintas empresas emergentes de psicodélicos, que incluyen servicios de entrega y ofertas de viajes de lujo. Nushama es solo un ejemplo de lo que muchos ven como la próxima frontera de la salud que, gracias a los vacíos legales y a un entramado de investigaciones convincentes, puede operar con supervisión limitada.
La FDA no ha autorizado la ketamina para tratamientos de salud mental, aunque permite que la droga se utilice como sedante, por lo que es posible obtener una receta en Nueva York. Se autorizó una versión de ketamina, llamada esketamina, que se administra como un aerosol nasal, y se usa para tratar la salud mental, pero solo en casos de depresión resistente al tratamiento y, aunque la esketamina contiene un componente molecular de ketamina, la FDA afirma que estas drogas no son iguales.
En otras palabras, el tratamiento con ketamina en Nushama es un uso “no aprobado” de la droga, y representantes de la FDA, la Comisión Federal de Comercio y la Administración de Control de Drogas, declararon que no regulan el uso no aprobado de fármacos y, por lo tanto, no pueden ofrecer comentarios sobre clínicas como Nushama.
“No hay nada sospechoso” sobre el uso no aprobado de medicamentos recetados en general, dijo Mason Marks, investigador sénior de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard especializado en las normas relacionadas con las drogas psicodélicas, pero los proveedores de ketamina deben tener cuidado con exagerar los beneficios de la droga, sobre todo cuando hay evidencia limitada de su eficacia. Según Dan Iosifescu, psiquiatra en el centro médico NYU Langone Health, la ketamina también puede ser adictiva, lo cual eleva el riesgo de consumirla, incluso en un contexto terapéutico.
Muchos investigadores y profesionales de la salud mental sí creen que la ketamina es eficaz para tratar la depresión cuando otros medicamentos no lo han logrado, pero el sitio web de Nushama declara que la clínica usa ese fármaco para atender trastornos de la alimentación, el trastorno obsesivo-compulsivo, adicciones y dolores crónicos, padecimientos para los que hay muy poca evidencia de su eficacia.
“Creo que el concepto del ‘spa para el cerebro’ trivializa tanto la enfermedad como el tratamiento. La ketamina es un tratamiento médico diseñado para atender una enfermedad importante”, como la depresión grave y la ideación suicida, afirmó Joshua Berman, director médico del departamento de intervención psiquiátrica en la Universidad de Columbia. “No se desarrolló para ofrecer experiencias divertidas, relajantes o novedosas para la gente aburrida o preocupada”.
Y quizá lo que más consterna a los expertos es que los centros individuales tienen la responsabilidad de determinar si los pacientes trabajan o no con proveedores de salud mental, y cómo lo hacen.
“Hay muchos usos no aprobados de la ketamina. De verdad es preocupante porque, la mayoría de las veces, no se administra junto con ningún tipo de psicoterapia”, explicó Natalie Ginsberg, representante de la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos, un grupo de investigación y defensa. Es crucial que los centros de ketamina incorporen una forma de terapia en todo el proceso del paciente, afirmó.
Registro
Después de que hacen una cita en Nushama, los pacientes se someten a una evaluación psicológica virtual con Steven Radowitz, el director médico del centro. (Meloff comentó que Nushama evita usar la palabra “pacientes” entre el personal, y más bien los llaman “clientes” o “miembros”). Según Radowitz, se estima que aproximadamente el diez por ciento de los posibles pacientes son rechazados si les hace falta una “buena base o red de apoyo”, batallan con la drogadicción, sufren de hipertensión o no han recibido un tratamiento previo para un padecimiento psiquiátrico.
Por otro lado, si alguien se presenta con un diagnóstico de dolor recurrente, la primera cita es con Elena Ocher, la directora médica de Nushama, que recibió su título de medicina en Rusia en la Primera Universidad Médica Estatal Pavlov de San Petersburgo y estudió neurocirugía en la Academia Médico Militar S. M. Kírov, también ubicada en San Petersburgo. Ocher dirige clínicas de tratamiento del dolor en el Upper East Side y Brooklyn. Godfrey la conoció por medio de un amigo que es cirujano plástico.
Más o menos una semana antes de recibir una infusión, los pacientes acuden al centro para que se les realice una evaluación médica, que incluye un electrocardiograma así como análisis de presión arterial y de saturación de oxígeno. También pueden reunirse con Devorah Kamman, una enfermera especializada en psiquiatría que se unió al equipo hace tres semanas.
Sin embargo, Nushama no tiene la obligación legal de ofrecer atención de salud mental a sus pacientes y, en un principio, un representante declaró que era posible someterse a su proceso sin ver a un profesional de salud mental. Desde entonces, han modificado sus políticas. Ahora afirman que Kamman, la única miembro del personal que está especializada en salud mental, evaluará a cualquier paciente que no cuente con su propio proveedor de salud mental, pero no estará presente mientras reciben sus infusiones.
Sin embargo, los pacientes no están obligados a seguir una terapia continua. “No puedo obligar a la gente a empezar a ver a un proveedor de salud mental o a un terapeuta”, dijo Radowitz.
Otras clínicas tienen requisitos más estrictos. “Todos los pacientes de nuestra clínica deben contar con un psiquiatra externo y mostrarnos una referencia del especialista”, explicó Paul Kim, quien dirige una clínica en el Hospital Johns Hopkins que ofrece esketamina.
En Soundmind Center, un centro de sanación psicodélica en Filadelfia que administra ketamina, un profesional de la salud mental trabaja con todos los pacientes a lo largo de toda la experiencia, señaló Hannah McLane, la médica fundadora del centro. “Para atender su problema subyacente, debemos hablar con ellos. Debemos designar a alguien que se encargue de llevar la terapia”.
Credit…Victor Llorente para The New York Times
Nushama también tiene “especialistas de integración”, que se reúnen con los pacientes para hablar sobre sus intenciones antes de una sesión de infusión, los visitan durante el tratamiento para ver cómo va todo y regresan al final de la sesión. Pero, según Radowitz, estos acompañantes no son proveedores certificados de salud sino que “son más como cuidadores”.
El ‘viaje’
Las 18 salas de tratamiento de la clínica llevan el nombre de pioneros de la medicina psicodélica, como Ram Dass. Los pacientes reciben un antifaz y auriculares para escuchar meditaciones habladas y música instrumental de Deuter, un instrumentista alemán de la nueva era, que mezcla elementos musicales orientales y occidentales.
Cada habitación tiene una reposera de cuero de gravedad cero con un enorme botón rojo en el reposabrazos para llamar a una enfermera y que detenga el gotero, en caso de emergencia. La ketamina puede elevar la presión arterial y el ritmo cardiaco de una persona, explicó Iosifescu, el académico de la Universidad de Nueva York, y algunas personas sienten náuseas o malestar durante las infusiones; también podría detonar episodios de psicosis. Para alguien que padece un trastorno alimentario, un padecimiento que Nushama afirma tratar, este es un riesgo más acentuado porque hay más probabilidades de que sufra problemas cardiacos debido a su mala alimentación, advirtió Iosifescu.
Al finalizar el tratamiento, un especialista de integración como James Gangemi, un exmercadólogo de 32 años, se hace cargo. “Después de la experiencia, te quedas pensando: ‘¿Qué hago ahora? ¿Cómo me enfrento al tráfico o a mis colegas?’”, describió Gangemi, quien llegó a esta profesión a través de su propio consumo de psicodélicos. Habla con cada paciente sobre cómo fue su experiencia; a veces hace ejercicios de respiración con ellos. Un médico también revisa sus signos vitales, monitorea su frecuencia cardiaca y presión arterial.
Se invita a los pacientes a quedarse un momento, leer o escribir en un diario sobre la experiencia —pueden ordenar algo de un menú que ofrece té de menta, fruta fresca y barras de granola— y se recomienda que vayan acompañados de alguien que los ayude a regresar a casa. La mayoría se queda alrededor de una hora, dijo Radowitz, pero pueden retirarse luego de una breve evaluación médica y una reunión de 15 a 20 minutos con el especialista de integración.
Ginsberg, de MAPS, expresó su preocupación por la brevedad del periodo de tiempo en el que Nushama monitorea a los pacientes.
“En cualquier forma de terapia psicodélica, es muy importante tener tiempo después para que tu cuerpo y tu mente procesen lo ocurrido”, explicó Ginsberg. Por lo general, se requiere que las clínicas que administran esketamina tengan a un médico que supervise a los pacientes durante dos horas, según los protocolos de la FDA
Radowitz comentó que no ve “ninguna diferencia en absoluto” entre la esketamina y la ketamina, contrario a las evaluaciones de la FDA. Sin embargo, no considera que sea “necesario” esperar dos horas. Reconoce que las prácticas de Nushama difieren de los protocolos de la FDA para la administración de esketamina, pero afirmó que no le preocupan los posibles riesgos ni la responsabilidad jurídica. “No me preocupa”, declaró. “No tengo ningún problema con usar este medicamento”.
¿Qué sigue?
Para algunos pacientes, la promesa de los beneficios de la ketamina eclipsa sus riesgos, su situación legal y su precio. Maria Kennedy, de 30 años, que trabaja en relaciones públicas, realizó el primero de sus seis “viajes” en Nushama en octubre de 2021. Antes había probado la terapia conversacional y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina para la ansiedad y la depresión, dijo, pero durante la pandemia se sintió en una espiral, aislada y ansiosa en un estudio. Su terapeuta, que conocía a Radowitz, la remitió a Nushama.
Kennedy dijo que durante algunos tratamientos se sintió como si flotara en el espacio, acurrucada bajo el antifaz y flotando más allá de su cuerpo. En otros, la ketamina le provocó visiones precisas y específicas: una vez vio a su madre envolviendo regalos antes de una fiesta de cumpleaños.
Cuando se le retiró la vía intravenosa, Kennedy dijo que se sentía casi normal. Se quedaría en Nushama, tomándose su tiempo para despegarse de la “acogedora” silla. “Lo único con lo que puedo compararlo es con despertarse después de un sueño realmente increíble”, dijo. Después, llevaría a su perro a una cafetería y leería con un café o una cerveza.
En todo el país, ha aumentado el interés en las clínicas que ofrecen tratamientos con ketamina. Desde que se inauguró SoundMind en agosto de 2021, en promedio, se han registrado más de 100 personas al mes. Boise Ketamine Clinic, en Idaho, tiene reservaciones hasta finales de abril para tratamientos de psicoterapia asistida con ketamina. En San Diego, una clínica llamada South Coast TMS and Ketamine tuvo una lista de espera de 40 personas durante meses, hasta que elevó sus precios a 1500 dólares por sesión, declaró un representante.
Dustin Robinson, uno de los fundadores del fondo de capital de riesgo Iter Investments, que se concentra en el sector de las drogas psicodélicas, estimó que una clínica típica de ketamina con, digamos, cinco habitaciones, genera de 75.000 a 100.000 dólares al mes y podría duplicar esas cifras si agota sus reservaciones. Los márgenes de ganancia, agregó, pueden ser de más del 30 por ciento, un porcentaje mucho más alto que el de la mayoría de los servicios de atención médica, según los informes de la industria. “El personal no es muy numeroso y la medicina es muy barata —es casi insignificante— el personal es el gasto principal”, comentó.
Robinson conoce a Godfrey, pero no es inversionista de Nushama, donde cobran 4500 dólares por siete sesiones; los seguros rara vez cubren la ketamina como tratamiento para la salud mental, pero podrían hacerlo si también existe un diagnóstico de dolor. Nushama no ofrece sesiones individuales. “Es difícil ponerse en forma si solo vas al gimnasio una vez”, mencionó Meloff.
También ofrecen “viajes en grupo”, para un máximo de ocho personas en una gran sala de tratamiento, que cuestan aproximadamente la mitad de lo que cuestan las sesiones individuales, y los fundadores tienen objetivos ambiciosos en cuanto a eventos que llamen la atención; esperan poder dar clases de respiración y yoga en la terraza. Adicionalmente dicen que el plan es administrar MDMA o psilocibina cuando esos psicodélicos sean autorizados por la FDA (en caso de que eso llegue a suceder).
Pero hasta que las agencias federales aprueben el uso de cualquier psicodélico para tratar las condiciones de salud mental, las clínicas como Nushama seguirán implementando sus propias reglas, sin regulaciones.
“Sé que este movimiento va a ser impulsado por los beneficios, pero estoy presionando a la gente para que reduzcan sus márgenes de beneficio solo un poco y añadan más terapeutas”, dijo McLane de SoundMind. “No tener un terapeuta o facilitador en todas las salas no es justo para los pacientes”.
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