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¿Adicciones en la tercera edad? Algo que pasa pero no se ve

NOTICIAS:03.05.2021

No se pregunta a los mayores sobre su consumo de sustancias, de manera que el problema suele pasar desapercibido

 

Cuando hablamos de adicciones y, en especial, de consumo de drogas solemos tener en mente a personas jóvenes, sin que se nos pase por la cabeza que también los ancianos pueden verse afectados por este problema. Se trata de un pensamiento popular que se ha implantado además en el mundo sanitario. “Los médicos no preguntan a los mayores acerca de su consumo de sustancias, de manera que el problema pasa a menudo desapercibido y, por tanto, infratratado”, asegura Rosa Hernández Riba, psiquiatra en el Hospital Universitari de Bellvitge (Barcelona).

No obstante, la también profesora asociada de la Universidad de Barcelona indica que en los últimos años los especialistas que se ocupan de las demencias y de otros trastornos cognitivos han detectado adicciones asociadas a dichos trastornos. “A diferencia de los jóvenes, las sustancias más consumidas son el alcohol, las benzodiacepinas y los opioides analgésicos, con patrones de consumo también diferentes”.

“Este comportamiento suele estar motivado por circunstancias vitales adversas, como pérdidas afectivas emocionales o económicas. Es entonces cuando recurren a sustancias o adicciones que les procuran un alivio inmediato, pero de una manera perniciosa”, añade Néstor Szerman, presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD).

En este sentido, Hernández Riba explica que los cambios biológicos asociados al envejecimiento y el uso de medicación concomitante aumentan la susceptibilidad de las personas mayores a sufrir los efectos negativos de las sustancias. “De esta manera, es más frecuente que el paciente se muestre enlentecido, con dificultades de concentración, más torpe, con menor coordinación motora y, por tanto, con un mayor riesgo de caídas”.

Lo más habitual, el alcohol

Tanto Hernández Riba como Szerman explican que, aunque existen casos de consumo de drogas, lo más habitual es la ingesta de alcoholsobre todo entre las personas que sufren depresión, a los que ayuda a disminuir la ansiedad. De hecho, la SEPD está realizando campañas de sensibilización entre los profesionales médicos para visibilizar esta problemática.

“Ejerce su acción sobre el sistema opioide andrógeno, es decir, libera endorfinas que producen calma y alivian el sufrimiento”, afirma el portavoz de la SEPD. “En mayores se consume, sobre todo, a diario y de forma menos intensiva, con menores cifras de intoxicaciones que en la población joven”, comenta la psiquiatra del Hospital de Bellvitge.

Szerman recalca que también es habitual recurrir al juego, sobre todo entre la población femenina porque son más propensas a sufrir trastornos afectivos y depresiones. “Esto se debe tanto a causas culturales como al funcionamiento mental, sobre cómo percibimos, sentimos, nos relacionamos”.

Diagnóstico y tratamiento

En general, todos estos trastornos suelen detectarse a través de la familia. “Hay que tener en cuenta que la adicción acarrea problemas a distintos nivelescognitivos, de memoria y concentración, y motores. Este último aspecto es significativo en personas mayores, porque al tener una disminución de las funciones, se producen más caídas”, incide el también psiquiatra y jefe de servicio de Salud Mental Retiro del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid).

Una vez detectado, hay que acudir a un especialista de salud mental y, a ser posible, con conocimientos en patología dual. “El especialista debería abordar al paciente con un tratamiento biológico, psicológico y social, es decir, biopsicosocial. Es fundamental seguir ese orden si queremos notar mejoría”, comenta Szerman.

No obstante, según Hernández Riba, antes de empezar con la terapia, es importante saber con qué tipo de paciente se está trabajando. “Por un lado, están aquellas personas con una adicción de largo recorrido, que probablemente presentarán una importante comorbilidad médica asociada: cirrosis, demencia, polineuropatía, patología vascular, etc. y una gran complejidad de manejo”.

Apoyo familiar

Al otro lado están las personas que empiezan o aumentan el consumo de sustancias más allá de los 65 años por circunstancias asociadas al duelo relacionado a la pérdida de personas queridas, o por el dolor vinculado a enfermedades crónicas como la artrosis. “En ambos casos serán necesarios programas de tratamiento específicos y mutidisciplinares que puedan responder a todas las necesidades de este grupo poblacional”, asegura la profesora de la Universidad de Barcelona.

En estos últimos casos, las personas mayores suelen responder bien al tratamiento, mejor que las jóvenes, según Néstor Szerman. “Éstas últimas son más complejas y la sintomatología se rodea de montones de factores distintos que complican la situación”, asegura. En este aspecto ambos especialistas dan especial importancia a la colaboración de familiares y amigos.

“Muchas veces la mejor forma de que alguien se vincule a un tratamiento es escuchándolo y haciendo que se sienta comprendido y apoyado. Hay que tener en cuenta que el entorno de estos pacientes a menudo es sólo parcialmente conocedor del consumo, ya que el anciano frecuentemente se esconde, por vergüenza o culpaPor eso creemos que el sistema de salud también tendría que englobar a la familia en el programa de tratamiento para favorecer un acompañamiento durante el proceso”, Hernández Riba.

 

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